Impresoras en 3D y agua a precio de oro para el consumidor del futuro


Coches aerodinámicos, comida sintética o robots que hicieran las tareas del hogar por nosotros. Son algunas de las percepciones que la gente de los años 60 o 70 tenía sobre cómo sería la vida en el siglo XXI. Sin embargo, del dicho al hecho hay un trecho, y muchas de esas predicciones han quedado lejos de hacerse realidad.

Si hace 30 años la posibilidad de hablar con un teléfono por la calle era remota y de ficción, hoy en día lo es, por ejemplo, 'imprimir' a través de una impresora 3D una tableta de chocolate que te puedas comer al instante, al más puro estilo Willy Wonka en la película 'Charlie y la fábrica de chocolate'.




Sin embargo en 2030, la tendencia de consumo establece que cada persona tendrá en su casa este tipo de impresoras que serán capaces de reproducir a tamaño real desde zapatos, hasta sillas pasando por maquetas o incluso comida, explica Luis Solís, decano asociado del IE Business School.

"Lo quiero ahora y lo quiero barato", ese será el lema de los consumidores. Las personas cada vez más buscarán una producción 'a la carta', donde puedan participar del proceso. Esto ayudará, afirma Solís, a "reducir costes y aumentar la satisfacción del cliente, ya que no se van a reclamar a sí mismos si el servicio no les agrada".

El oro del futuro es transparente

En los años 70 se temía que en el futuro nos quedaríamos sin alimentos y que toda la comida sería resultado de un proceso químico. Muchos organismos aseguran que dentro de tres décadas no existirá suficiente comida para abastecer a toda la población, pero nuestra mayor preocupación debería ser otra.

El agua se convertirá en el recurso más escaso y deseado por todos, un bien de lujo. "Actualmente sólo el 2% del agua es potable desde su extracción", explica Solís. En el futuro, los productos que contengan este nuevo 'oro transparente' se gravarán con una tasa dependiente del porcentaje de agua que el producto contenga. En otras palabras, se establecerá un nuevo 'impuesto del agua'.

Si bien la gastronomía dará un vuelco absoluto dentro de 30 años, ¿qué nos espera en el ámbito empresarial? ¿Cómo serán las empresas del futuro?

Las compañías tendrán que aprender a aprovechar las nuevas oportunidades que se presenten: "Diversificar nuestro negocio y entender el entorno empresarial nos ayudarán a mejorar nuestra gestión", dice Solís, que advierte que si bien las nuevas tendencias pueden suponer oportunidades ilimitadas para quienes las sepan entender y aprovechar, también pueden ser la peor pesadilla de aquellas empresas que no sepan aprovecharlas.

Adiós a la tienda 'real'

En 2030 las tiendas físicas desaparecerán, según los estudios realizados por el IE. Las compras se realizarán 'online' y "los centros comerciales se convertirán en lugares de lujo y estarán enfocados al entretenimiento de las personas con alta capacidad adquisitiva", asegura Solís.


Por otro lado, las auditorías se convertirán en "exámenes" a tiempo real para las empresas y no sólo en lo contable. Por ejemplo, en el caso de la hostelería, se procederá a la monitorización del proceso de manipulación de los alimentos para comprobar que cumple con los estándares de calidad. Esto otorgará a los restaurantes y cadenas hosteleras certificados de mayor calidad que le ayudarán a competir con sus iguales.

Líderes jóvenes y 'conectados'

Solís apunta que la velocidad a la que la tecnología se desarrolla y avanza, los constantes cambios y el proceso de adaptación a los mismos harán de los jóvenes de hoy los líderes de mañana. Serán ellos los que mejor entenderán el pasado y los que mejor sabrán enfrentarse al futuro.

Buscarán relaciones sostenibles a largo plazo y tendrán que hacer frente a una herramienta que, hasta ahora, los directivos de grandes empresas apenas valoraban: las redes sociales.

Comprobado está que hasta el más pequeño de los comercios puede cobrar fuerza y ser conocido gracias a Internet y, sobre todo, a las redes sociales. El ser una gran empresa ya no es garantía de éxito.

La capacidad de 'networking' será fundamental dentro de 30 años, ya que el 90% de los procesos se hará 'online'. "El mayor activo de un directivo será la capacidad de gestionar los intereses comerciales y las relaciones sociales", concluye el experto del IE Business School.
Por www.elmundo.es