CUATRO CHICOS Y UN PERRO SE FUERON DE AVENTURA Y LO QUE DESCUBRIERON FUE ASOMBROSO

Era septiembre de 1940 en Montignac, Francia. Cuatro niños y su perro, Robot, decidieron ir a la aventura en el bosque, en busca de un tesoro escondido. Pero después de acercarse al bosque, Robot entró en acción y se adelantó corriendo a toda velocidad, lo que obligó a los demás a correr tras él.


Cuando encontraron a Robot, vieron que estaba husmeando alrededor de un agujero en el suelo que estaba prácticamente cubierto entero por las plantas. 

Con sus sospechas en aumento, decidieron lanzar algunas piedras en el agujero para ver cuánta profundidad tenía. A pesar de que se escuchaba cómo las piedras chocaban contra el suelo después de una larga caída, decidieron entrar dentro y explorar. Jacques Marsal, el miembro más joven del grupo, de sólo catorce años, dijo más tarde que "el descenso fue aterrador". Pero cuando los chicos se deslizaron por una quincena de metros en el túnel, se encontraron con algo sorprendente.

Los chicos encontraron unos antiguos dibujos de animales en las paredes y el techo de la cueva. Cada animal dibujado parecía estar en movimiento.


Tras darse cuenta de que sus lámparas estaban empezando a apagarse por la falta de combustible, el grupo decidió salir fuera del agujero. Sacudidos por la excitación, decidieron volver al día siguiente con más equipo, incluyendo una cuerda.

Al día siguiente, el grupo utilizó la cuerda para bajar aún más de lo que habían bajado el día anterior. Para su asombro, encontraron pinturas aún más antiguas.


La emoción fue finalmente demasiado difícil de soportar. Los chicos no podían mantenerlo en secreto por más tiempo y comenzaron a decírselo a sus amigos, y poco después comenzaron a cobrar cuarenta centavos por hacer un recorrido por la cueva. Se corrió la voz rápidamente y pronto todo el pueblo empezó a ir a ver las increíbles pinturas rupestres.

Finalmente, la noticia llegó a Leon Laval, maestro de la escuela y miembro de la sociedad histórica de Montignac. Al principio, él rechazó las reivindicaciones.

Pero como las pruebas eran lo suficientemente convincentes, el señor Laval finalmente accedió a bajar a la cueva.


Nada más que vio las pinturas, se convenció de que eran de la prehistoria. Advirtió a los niños de que no dejaran que nadie tocase las pinturas y que las protegieran contra los vándalos.

Los dibujos fueron autenticados por las más altas autoridades arqueológicas y la cuevas de Lascaux se empezó a conocer como "La Capilla Sixtina del arte prehistórico".

Jacques Marsal estableció una carpa frente a la cueva para ser protector y guía, un empleo que mantuvo hasta su muerte en 1989. A día de hoy, los turistas de todo el mundo continúan visitando el sitio, que se ha agregado a la lista de sitios del patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Es curioso cómo una pequeña aventura de un grupo de chicos resultó ser un increíble descubrimiento histórico.