¿Sabe cuál es la duración idónea de un noviazgo?

Conozca las situaciones que se deberían vivir en pareja antes de dar un siguiente paso


Depende. Fácil respuesta. Pero... ¿de qué depende? «De lo transparente que sean cada uno de los dos en la pareja», contesta Fernando Alberca, autor de «¿Te quieres casar conmigo?», un libro donde se puede encontrar significado al tópico de la media naranja, a la posibilidad del amor ideal, a dónde está el límite entre el amor y la propia libertad, o a cómo aprender lo necesario para vivir casados. Para este profesor y filósofo, un noviazgo debe ser «suficientemente largo como para conocerse bien y lo suficientemente corto como para no aburrirse». Y siempre, continua este consultor, conferenciante y escritor, tendría que durar «al menos una temporada, es decir, que haya una ocasión de pasar al menos una vez cada circunstancia. Al menos una vez un verano, una navidad, una primavera, un aniversario, un cumpleaños, un éxito, un fracaso, una comida con sus padres, un encuentro y un desencuentro con ellos, una cena, un disgusto, un enfado, un rechazo, un enfriamiento, una vuelta a empezar...».
Lo corrobora Mila Cahue, psicóloga experta en temas de pareja delcentro de Psicología Álava Reyes. «Las relaciones humanas precisan de un tiempo para desarrollarse: las personas necesitan conocerse, gustarse, compartir… Los sentimientos afloran entonces y son importantes, pero ¿son lo único que necesitamos para tener éxito en una vida compartida?», se pregunta. «Las buenas intenciones no son suficientes. Para tener éxito en una relación se necesita tiempo: tiempo para que ocurran eventualidades, atención para darnos cuenta de lo que se presenta ante nuestros ojos y templanza para, finalmente, decidir si lo que puede llegar a madurar es realmente lo que queríamos y creíamos».
Pero, tal y como afirma la psicóloga Silvia Congost, autora del libro «Cuando amar demasiado es depender», para tomar una decisión hay que pasar la primera fase de enamoramiento, aquella donde «hay algo que nos atrae del otro y lo idealizamos sin ver todo lo que no nos gusta de él/ella o sin darle importancia. Todo nos parece bien y nos adentramos en la relación. Durante ese período de enamoramiento, que puede durar desde pocos meses hasta un año o año y poco, nuestra principal labor debería ser descubrir cómo es el otro en todas sus caras. Conocerle bien. Conocerle cuando está triste, contento, enfadado, etc…Solamente cuando sepa cómo es en todos los contextos podré decir que le conozco bien».
Así lo explica la Mila Cahue: «al principio puede existir la pasión, el enamoramiento loco, el atractivo, e incluso un análisis racional de la persona y de las circunstancias. Pero han de ocurrir las suficientes vivencias que nos permitan distinguir bien el “recorrido” que tiene el otro y, lo más importante, si es lo más adecuado para nosotros y lo que realmente queremos». A su juicio, no se trata tanto de una cuestión de tiempo, sino de que podamos responder a las siguientes preguntas: «Sabemos cómo reacciona ante una situación difícil? ¿Sabe decirme cuándo se aburre o algo no le gusta? ¿Cómo maneja su temperamento? ¿Sabe acompañarme en mis momentos bajos? ¿Quiere saber cómo me siento? ¿Cómo reacciona cuando nuestros puntos de vista no son los mismos? ¿Es responsable con sus obligaciones? ¿Es coherente lo que dice con lo que hace? En definitiva, ¿qué sé de esa persona?».
Además, prosigue esta experta, durante esta primera fase «hay que tener en cuenta que no solamente se está con alguien que gusta mucho pero al que apenas se conoce, sino que de pronto uno se ve inmerso en un pequeño universo del que se desconocen sus reglas y hábitos: la familia política. Y esto es recíproco y bidireccional. Y hay que ver si uno es capaz de adaptarse o manejar el contexto del que provienen ambos y con el que, aunque sea indirectamente, habrá que convivir». Y por último, y no menos importante, añade Cahue, debemos ser conscientes de que hoy en día casi todo el mundo tiene ex parejas. «Prestaría especial atención a cómo se manejan las relaciones con éstas, si están colocadas en el sitio que les corresponde, y si no van a ser fuente de futuros conflictos, no tanto por ellas, sino por el espacio que les deja recorrer nuestra pareja actual»

Cuando dejarlo

Solo una vez pasado ese período, que tiene diferente duración según la persona (algunos con pocas semanas ya ven la parte «oscura» del otro, mientras que otras personas se autoengañan y necesitan muchos meses), es cuando, según Congost, conocemos al otro de verdad. Es a partir de ahí, confirma Alberca, «que cuando tengamos claro que no podemos ser del todo felices con esa persona, ese es el mejor momento de cortar la relación, porque haremos un gran favor al otr@, liberándole de quien ya no le quiere como merece ser querido. La compasión no es amor, sino cobardía. El cariño, tampoco». Llegados a este punto Congost dibuja dos escenarios: «Si no me gusta lo malo, porque para mi es inaceptable, lo ideal es dejar la relación. Si tengo buena autoestima, me iré, si no tengo una buena autoestima, a pesar de gustarme como es, seguiré a su lado y entraré en dependencia emocional».

El «para qué» del noviazgo

En definitiva, prosigue Cahue, «es verdad que el “cómo” del periodo de noviazgo ha cambiado, pero el “para qué” sigue estando absolutamente intacto. En este sentido, hay que ser plenamente consciente de que, aunque dos personas estén conviviendo a las pocas semanas de haberse preguntado el nombre y el teléfono, todavía están de noviazgo, es decir, conociéndose. Todavía no hay una pareja consolidada. Todavía no hay proyectos comunes. Todavía no hay compenetración afectiva en el abanico de eventos con los que nos sorprende la vida. La relación, todavía, no está preparada para compromisos mayores que necesitan de muchos datos, de su aceptación y de, en algún momento, tener la voluntad de hacerlos claros y explícitos». «Los hitos que hay que ponerse no son tanto temporales, sino emocionales», concluye esta especialista..