Cinco casos en los que el alquiler se convirtió en un infierno


Sara y sus compañeras de piso perdieron 1.200€ porque el casero decidió quedarse con la fianza saltándose el contrato; Lourdes vio cómo un día sí y otro también se encontraba con el propietario en su salón; Mari Carmen no descubrió que el arrendador entraba al piso cuando ella se iba hasta que decidió cambiar la cerradura; Sandra vio cómo la inquilina que mantuvo en su piso durante varios meses se marchó sin pagar el alquiler y encima al irse le quemó la cocina. A Ramón se le llevaron todos los muebles y sanitarios de su piso arrendado y se los intentaron vender a los albañiles que hacían la obra en un piso contiguo. Estos cinco testimonios son parte de los recabados por ABC.es que demuestran que la fórmula del alquiler está lejos del ideal que debería alcanzar en España.

Para tratar sacar al mercado los más de tres millones de viviendas vacías que hay en nuestras ciudades, el Ejecutivo de Mariano Rajoy anunció un paquete de medidas para reactivar el mercado del alquiler en España. Con este plan el Gobierno pretende dotar de mayor seguridad jurídicaa los propietarios y flexibilizar los contratos para ayudar a los inquilinos.Y es que hasta ahora las dos partes implicadas se mostraban reticentes a la hora de recurrir a la fórmula del alquiler.

Caseros que se quedan con la fianza

Es quizá uno de los casos más recurrentes y que más quejas produce entre los inquilinos. Destrozos inexistentes, reparaciones que no se han producido, necesidad de contratar un servicio de limpieza tras dejar el piso que no es necesario, son algunas de las razones que esgrimen los propietarios para retener la fianza. Es cierto que hay ocasiones en que los caseros tienen que usar la fianza para este tipo de gastos, el problema es cuando algunos caseros se la quedan de forma sistemática. Según abogados consultados por ABC.es, los pequeños desperfectos generados por el uso habitual no son motivos para retirar una fianza.
Sara G. es una estudiante universitaria que vino a Madrid desdeTalavera de la Reina. Desde su llegada a la capital hace cuatro años ha estado viviendo en pisos de alquiler. Siempre ha cohabitado con compañeros en pisos de estudiantes, y casi nunca habían tenido problemas con los caseros, excepto los pequeños roces que se suelen generar en el día a día. Sin embargo el año pasado sufrió una de estas experiencias negativas.
«El casero se quedó la fianza porque quiso», según Sara, el casero alegó desperfectos en unas cortinas y la necesidad de contratar un servicio de limpieza. «El piso estaba limpio y lo de las cortinas era la suciedad típica del uso». La fianza equivalía a más de 1200 € entre las tres compañeras.
Precisamente este es uno de los problemas en estos casos, la gente renuncia a litigios por recuperar su fianza ya que el montante, aunque importante, no lo es lo suficiente como para meterse en abogados y juicios.

Propietarios entrometidos

Otro caso más o menos habitual se produce cuando el propietario entra al piso que tiene alquilado sin el correspondiente permiso de los inquilinos. Pese a que esto es ilegal, es bastante frecuente que se dé, debido a que el arrendador sigue entendiendo que esa es su casa, y por tanto que tiene derecho a entrar para comprobar el «estado» en el que se encuentra.
Esto le ocurrió a Lourdes, una estudiante extremeña que en su primer año en Madrid decidió lanzarse a la aventura del piso compartido. Recuerda como la primera experiencia fue mala, aunque ha seguido apostando por este tipo de viviendas. «El problema es que este señor –el propietario- llegaba y entraba en el piso cuando quería. No entendía que los que decidíamos quién entraba en casa éramos nosotros, que para entrar nos tenía que pedir permiso, no usar su llave». La situación se repetía, y aunque al principio era molesto, luego ya se hizo insostenible. «Llegaba un sábado o un domingo por la mañana y le veías ahí, a mis compañeros tampoco les hacía gracia pero no les molestaba tanto». Finalmente ella decidió irse a los dos meses, perdiendo la fianza y dejando tirados a sus compañeros en el alquiler. «No se si al final dejó de entrar o no, yo al irme acabé mal, ya que cuando me fui mis compañeros tuvieron que pagar la diferencia hasta que encontraron a alguien que ocupara mi cuarto», comenta.
La entrada de propietarios al piso sin el pertinente permiso de los inquilinos es algo más frecuente de lo que pensamos, y no solo en pisos compartidos o de estudiantes. Hay situaciones aún más graves, como cuando este espera a que el inquilino haya salido del piso para entrar, algo que se puede considerar delito. María del Carmen, de 54 años y en paro, vivía de alquiler en un pequeño estudio en el centro de Madrid y le pasó algo parecido. «Al llegar a casa notaba como si alguien hubiera entrado, tenía esa sensación, decidí cambiar la cerradura, y al día siguiente, cuando volví a casa, el propietario me dijo que por qué había cambiado la cerradura, ahí supe que era él». Como en otros casos ella tampoco denunció, «no tenía pruebas, y tampoco quería meterme en problemas con un piso en el que estaba contenta», afirma.

Inquilinos morosos y daños en la vivienda

Es quizá el mayor miedo de muchos pequeños propietarios a la hora de poner su segunda vivienda dentro del mercado del alquiler. Frecuentemente se escuchan en prensa o televisión casos en los que inquilinos destrozan el piso antes de marcharse sin pagar. ABC.es ha contactado con casos que han sufrido al ver impotentes como no podían hacer nada con su casa. Desdeinquilinos que se llevan todos los muebles del piso, incluyendo cocinas y baños, hasta los que les queman parte de la cocina por «despecho» tras ser expulsados del piso. Incluso casos curiosos, como unos inquilinos que intentaron vender los sanitarios y muebles a los obreros que estaban trabajando en el piso de al lado en el que residían sin pagar, y en el que acumularon una deuda de más de 7.000€ que el propietario nunca cobró.
Las disputas para saber quién debe reparar los daños en la vivienda son frecuentes entre arrendador y arrendatario. No hablamos de casos en los que los destrozos son voluntarios o producidos por el uso habitual de la vivienda, sino aquellas situaciones en las que se producen daños accidentales y en las que unos y otros exigen que sea el contrario el que asuma el coste de la reparación. En estos casos el inquilino sigue viviendo en el piso, pagando su cuota mensual, pero se producen agrias discusiones entre casero y arrendatario.
Los motivos de que se den estas situaciones suelen ser producidos por propietarios que no son profesionales del alquiler y que no están bien aconsejados. Simplemente tienen un piso y deciden sacarse un «sobresueldo». Los contratos no suelen pasar por manos de profesionales y luego no queda claro quién debe hacerse cargo de estos pagos. Habitualmente estos casos suelen finalizar con el hastío de ambas partes, ya que es difícil que lleguen a un acuerdo, y quién finalmente paga lo hace a regañadientes.

Facturas impagadas

Pero además de no pagar el alquiler suele ser frecuente que el inquilino moroso deje facturas pendientes a la comunidad o a las compañías suministradoras de servicios. En estos casos, cuando los contratos están bien resueltos, el problema se puede resolver con relativa facilidad. Lo que pasa es que, como dice el Abogado José Ignacio Hernández Obelart, de Grb Legal & Finance, «muchos cogen un modelo de contrato tipo por Internet y se creen que con eso están protegidos». Esto deriva en una situación contractual que no es la ideal, y al arrendador no le queda más remedio que asumir los gastos que generó el inquilino moroso.
Los propietarios con los que ha hablado ABC.es han vivido más de una de estas experiencias en sus propias carnes. Unos han optado por no alquilar más su piso, otros, lo vendieron cuandola burbuja inmobiliaria aún no había explotado, y otros han mantenido su esperanza en el alquiler con experiencias positivas, y afirman que estos truculentos casos son la minoría.

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