El trabajo confirma los datos, por tanto, que se dieron a conocer en 2002, cuando se llevaban 10 años de seguimiento de los voluntarios. Pero siempre van acompañados por la coletilla de que "hay que hacer más estudios".
Además, el anuncio de la propia Organización Mundial de la Salud de que iba a incluir las radiaciones recibidas y emitidas por estos dispositivos en la lista de posibles carcinogénicos -pendiente, como no podía ser de otra manera, de estudios posteriores- no ayuda a tranquilizar a la población.
El debate, por tanto, puede continuar sine die. A cada trabajo en este sentido siempre se le puede oponer la misma argumentación: ¿Y si el efecto no se nota a los 18 años, sino a los 25? ¿Y si aparece a los 30? Eso no impide que el número de estos aparatos usados en el mundo no pare de crecer. Ya hay más de 5.000 millones.
Por www.santicontreras.com