Por último está Fitch, con sedes en Nueva York y en la City de Londres, y cuyo accionariado es menos complejo que en las otras dos compañías. El 60% es de la francesa Fimalac (Financière Marc de Lacharrière), cuya sede se ubica en París, y The Hearst Corporation (editora de numerosos diarios y revistas, entre otros productos, como Cosmopolitan, Elle o Marie Claire), que tiene el 40% de la compañía. Por otro lado, cabe recordar que estas agencias de calificación dieron su máxima nota a las hipotecas subprime allá en 2008, días antes de que estallara la gran crisis y se convirtieran dichos productos financieros, casi por arte de birlibirloque, en basura. Entonces, ¿por qué se les sigue dando tanto crédito? Las grandes multinacionales financieras tienen muy en cuenta los informes que presentan estas compañías cuando deciden hacer una inversión en el sector privado o en un país. Sus empleados son analistas a los que se les supone que dominan a la perfección los resortes de los países y de las compañías que
califican.
A nivel de un inversor privado, si uno desea invertir en deuda de un banco francés, por ejemplo, uno de los elementos que tiene para tomar la decisión (y es lo que hace la mayoría) es saber qué dice la santísima trinidad de la calificación financiera. Ahora bien, el asunto se pone más interesante porque existen diferentes instituciones (fondos de pensiones de países, por ejemplo) que solo invierten en productos calificados con la máxima puntuación otorgada por estas agencias. Es decir, que sus decisiones condicionan dónde va el dinero y por lo tanto, en el caso de Francia o de España, esto puede suponer que los inversores no quieran arriesgarse en comprar su deuda por temor a que no se la devuelvan en el plazo fijado o se vean obligados a venderla porque no cumple con las garantías exigidas.
El dinero es cobarde y si S&P, Moody's o Fitch dicen que la deuda española o francesa no es de fiar, los inversores cogerán sus bártulos, se irán a otro lado y si te he visto no me acuerdo. Entonces Francia y España deberán pagar más intereses a quienes tomen el riesgo de poner su dinero en sus bonos, crecerá su deuda y..., en efecto, la historia volverá a repetirse.
califican.
A nivel de un inversor privado, si uno desea invertir en deuda de un banco francés, por ejemplo, uno de los elementos que tiene para tomar la decisión (y es lo que hace la mayoría) es saber qué dice la santísima trinidad de la calificación financiera. Ahora bien, el asunto se pone más interesante porque existen diferentes instituciones (fondos de pensiones de países, por ejemplo) que solo invierten en productos calificados con la máxima puntuación otorgada por estas agencias. Es decir, que sus decisiones condicionan dónde va el dinero y por lo tanto, en el caso de Francia o de España, esto puede suponer que los inversores no quieran arriesgarse en comprar su deuda por temor a que no se la devuelvan en el plazo fijado o se vean obligados a venderla porque no cumple con las garantías exigidas.
El dinero es cobarde y si S&P, Moody's o Fitch dicen que la deuda española o francesa no es de fiar, los inversores cogerán sus bártulos, se irán a otro lado y si te he visto no me acuerdo. Entonces Francia y España deberán pagar más intereses a quienes tomen el riesgo de poner su dinero en sus bonos, crecerá su deuda y..., en efecto, la historia volverá a repetirse.