Será un juez quien dictamine la culpabilidad de los acusados -primero otro tendrá que decidir si son extraditados a EEUU para el juicio- pero a priori, y dado el historial del fundador de Megaupload, hay motivos para sospechar que, efectivamente, estamos ante una trama de enriquecimiento a costa de obras protegidas por derechos de autor.
En todo caso, aunque se demostrase que así es, dificilmente se justifica la irrupción policial en datos y obras propiedad de clientes que usaban Megaupload de forma legítima. Cierto que no serían una mayoría de usuarios, pero probablemente hablamos de millones de perjudicados. El FBI y la Justicia de EEUU deben garantizar que todo lo incautado se devolverá a sus propietarios sin daños y sin intromisión en su privacidad. Y probablemente antes de poder hacerlo tendrán que enfrentarse a demandas de usuarios en todo el mundo.
Megaupload nació en respuesta a una demanda social: la necesidad de ver y descargar televisión, cine y música de forma sencilla y a precios razonables. Megaupload fue una mala solución para un problema que hasta hace sólo tres años no tenía remedio y que desde entonces la tiene pero apenas sólo en EEUU gracias a modelos de suscripción como Spotify, Netflix o Hulu. A cambio, Megaupload sirvió para abrir la puerta a un modelo de negocio notable, legal y hoy boyante: el almacenamiento de archivos para uso personal o compartido.
Megaupload no sería hoy noticia si hace cinco años la industria del cine, la televisión, la música y la editorial hubiesen decidido adaptarse al modelo de negocio del futuro, tanto en tecnología como en precio. Si en lugar de pretender mantener la ambiciosa y carísima producción, edición y distribución tradicional, con sus pingües beneficios, hubiesen apostado por crear nuevos ciclos adaptados a nuevos tiempos. Hoy, seis años después de que naciese Megaupload, y 13 más tarde de que lo hiciese Napster, el cambio es tan costoso y doloroso para los sectores mencionados que su único remedio es recurrir a la fuerza para tratar de reducir un retraso de 13 años respecto a los usos y costumbres de los consumidores.
Porque no es que haya muchos piratas, sino poca oferta que resulte competitiva.
Por: www.elmundo.es